LA NOCHE DE
HALLOWEEN
Por Paula Roales
-¿Vamos a la mansión que está detrás del
cementerio?-dijo.
-Vale, pero con cuidado. –Respondió con miedo.
Un cuarto de hora más tarde, los dos se encontraban en un camino, en medio
de un jardín gigantesco, decorado de calabazas terroríficas y de telarañas. Siguieron
adelante y de repente escucharon una voz que les dijo:
-“Tomad todas las golosinas”.
Pero ellos no veían a nadie. Siguieron
corriendo hacia adelante asustados y
vieron la sombra de alguien que llevaba una capa, tenía los dedos largos y la
espalda retorcida. Se acercaron un poco más, con miedo, y vieron que era un
árbol. Pero ¿qué era aquella voz? Era un anciano disfrazado de conejito.
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Una noche de Halloween, un par de chicos,
iban de casa en casa pidiendo golosinas, con sus bolsas rebosando de
chuches, tanto, que hasta se caían algunos caramelos.
-¿Vamos a la mansión que está detrás del
cementerio?-dijo.
-Vale, pero con cuidado. –Respondió con
miedo.
Un cuarto de hora más tarde, los dos se encontraban en un camino, en
medio de un jardín gigantesco, decorado de calabazas terroríficas y de telarañas.
Siguieron adelante y de repente escucharon una voz que les dijo:
-“Tomad todas las golosinas”.
Pero ellos no veían a nadie. Siguieron
corriendo hacia adelante asustados y
vieron la sombra de alguien que llevaba una capa, tenía los dedos largos y
la espalda retorcida. Se acercaron un poco más, con miedo, y vieron que era
un árbol. Pero ¿qué era aquella voz? Era un anciano disfrazado de conejito.
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